En este primer post me voy a
permitir hacer una introducción de lo que serán mis futuros escritos sobre Riesgos y Desastres Naturales.
Normalmente pondré mapas de riesgos de diferentes poblaciones para explicar
cuáles son los eventos naturales que afectan a cada zona, pero hoy voy a
comentar algo que llevo tiempo meditando:
Una de las primeras cosas que me
llamó la atención al estudiar geografía fue la escala temporal de los procesos
naturales. A los seres humanos, debido a nuestro corto periodo de vida (corto
en comparación con la vida de nuestro planeta o de nuestro sistema solar) nos
cuesta imaginar un proceso que dura miles o millones de años desde que comienza
hasta que termina.
De hecho no todos los procesos
naturales tienen concretamente un principio y un fin como entendemos los
humanos. En muchas ocasiones los procesos se detienen, pero no siempre
finalizan.
Es el caso de los volcanes, o los
ríos torrenciales. Que un volcán haga 200 años que no entra en erupción no
significa que el proceso de formación y expulsión del magma haya concluido,
significa que “de momento” está inactivo.
Cuando se habla de volcanes, la
gente es mucho más consciente del peligro que conllevan por lo impresionante
del proceso (piroclástos,
nubes de ceniza
volcánica, lava,
Pompeya).
Pero cuando se habla de inundaciones, se quita importancia a un proceso, que
aunque menos impresionante, es igual o más destructivo y peligroso que un
volcán. Además, estadística e históricamente han causado más daños que una
erupción volcánica dado que sus tiempos de retorno suelen ser menores y por
tanto, en una escala de tiempo humana, suceden más a menudo. Además de que hay
más población viviendo cerca de ríos que de volcanes. Según los datos ofrecidos
por EM-DAT entre 1900 y 2013 los 10 eventos
de inundación más importantes dejaron 6.627.700 muertos y 168.000.000 (000 US$)
de daños.
En cambio los 10 eventos
volcánicos más importantes entre 1900 y 2013 causaron 81.195 muertes y
2.863.190 (000US$) de daños. Entonces ¿por qué ningún occidental en pleno SXXI
compraría un chalet a los pies de un volcán pero sí al lado o dentro de un
barranco? ¿Qué hace que percibamos más unos riesgos que otros? En otros países
tendré que analizarlo más detenidamente, pero en España y sobre todo en el
Mediterráneo creo sinceramente que se debe al aspecto y fisiología de nuestros
ríos.
Cuando hablamos de ríos, la gente
tiene en mente el Danubio,
el
Ebro o el
Mississippi, ríos grandes, profundos y con un flujo constante de agua. Pero
en la zona mediterránea esta fisonomía no se cumple. Nuestros ríos no siempre
son profundos, ni siempre llevan agua, pero no dejan de ser ríos, con una gran
fuerza de arrastre en el momento en que si que llevan agua. Por ello dan una
falsa seguridad a todos los que al verlos secos durante un periodo aceptable de
años (15 o 20 años, por aquello de la noción de tiempo del ser humano que
mencionaba antes) creen que el proceso ha finalizado, que no volverán a llevar
agua porque son ríos “secos”.
Nuestros ríos se llenan tras
gotas frías, o temporadas de lluvias cortas pero intensas. Y claro, entonces,
todos aquellos que viven cerca de un barranco se echan las manos a la cabeza: ¡Pero
si este barranco no llevaba agua desde hace 50 años! ¡¿Quién iba a pensar que
habría una inundación?!
Los geógrafos lo sabemos, se
advierte de que el suelo de los barrancos jamás debería ser suelo urbanizable.
Y su área de inundación debería ser protegida para evitar excesos urbanísticos.
En mi opinión, por una cuestión ecológica y medioambiental, por mantener un
paisaje único en el mundo (el mediterráneo) pero si nos lo cuestionamos en
términos más mundanos o más pragmáticos, que se haga por mantener a salvo a las
personas y sus propiedades.
Nuestros antepasados sabían esto,
por ello aprovechaban las ramblas y sus vertientes como zonas de regadío, así,
sabían que en primavera y en otoño sus tierras de cultivo tenían asegurada el agua.
Pero no se les ocurría construirse un chalet en medio de un barranco, en su
área de inundación o en plena desembocadura, porque sabían que como dice el
refrán “Ni huerta en sombrío, ni casa junto al río”.
Por ello estoy más que segura de
que cuando venga la época de lluvias torrenciales, los telediarios se llenarán
de noticias con gente llorando y desesperada porque se ha inundado su casa en la C /del Barranquet, en la C / Rambla o en la AV. De los Juncos. Los
topónimos y el propio nombre de la calle ya nos dan pistas sobre qué era esa
zona antes de que el ser humano la asfaltara.
Con esto no pretendo que cunda el
pánico, pero sí que se tenga en cuenta, que durante años se ha ido construyendo
sin tener siempre en cuenta este riesgo tan común. Por muchas presas y desvíos
que queramos construir las fuerzas naturales no son predecibles ni controlables
al 100% y menos si para ello se hacen chapuzas en lugar de obras de ingeniería
con todos los informes y variables en cuenta. Por ello ciertas urbanizaciones, polideportivos o
colegios cada otoño y/o primavera se inundan y cada otoño y/o primavera hay que
pagar para reconstruirlo entre todos. Eso sin contar la
pérdida de vidas humanas que no pueden repararse.
Para tener una visión más amplia acerca de este
tema os recomiendo el articulo de Francisca Segura “Rambles
i Barrancs. Els rius de pedres” en la Revista Mètode
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